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jueves, julio 29, 2010

Sin título

Viajo en el último vagón que ha salido con destino al otro extremo de la ciudad. He procurado no estar en el mismo andén de ayer a la tarde, porque entonces daría en qué pensar. Me estoy haciendo mayor cerebralmente y no puedo arriesgarme demasiado… A veces no paro de pensar, y eso se traduce en acumular ideas, encerrarlas en la mente de manera innecesaria y permanente, porque una vez allí ya no se marchan nunca. Prisiones de palabras no pronunciadas repartidas en cada cabeza. En mi cabeza. En cada rincón un pozo de recuerdos. El deseo de estallar en gritos de voces para ser escuchadas. No decido aún en cuál estación he de bajarme, ni tan siquiera sé si quiero o necesito bajarme de este tren que siempre hace el mismo recorrido. Pienso, no dejo de pensar. Sólo olvido las palabras cuando a lo lejos me veo reflejado en algún rostro prematuramente muerto. Entonces sonrío, me devuelvo la facilidad de querer conocer recovecos nuevos de esta ciudad tan vieja. Incluso en este punto dudo. Quiero los suburbios donde un simple murmullo te hace descansar entre ratas y desvelos olvidados, donde es imposible pensar porque estás demasiado acompañado. Tengo temor a dormirme. No quiero despertar pensando. No quiero recordar el día que ha transcurrido entre historias ajenas. Sólo quiero ver algo más en la línea del horizonte. Quiero esparcirme en sílabas.



Bcn, 5 de marzo de 2005

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