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sábado, septiembre 01, 2012

El hombre del minishort blanco

(Al hombre bajito, de minishort blanco, camiseta roja ceñida, piernas curvadas y velludos brazos)

Seguro que algún otro, sentado en el mismo lugar que yo, te ha visto hacer este recorrido año tras año, tardes y mañanas, acompañado por el último amante, o por el primero, o por la amiga caprichosa que no para de contar sus historias, cuando tus piernas no eran curvas y tu short albergaba unas duras nalgas coronadas por un voluptuoso tupé. Yo te miro y te veo casi como un héroe que sobrevivió a los 80, y que se ha saltado en buena lid la década de 1990 con sus muertes y olvidos, y piensas que soy una nueva conquista, y te equivocas. Te miro desde mi presente, desde mis recuerdos, en ese camino que también empiezo a transitar, aunque por ahora me mantengo en el grupo de los que observan. Pero hay alguien en la penúltima mesa que te dedica una mirada algo sarcástica y burlona, porque tú, mi héroe, llevas aún tu minishort blanco y tu ceñida camiseta.

Volteas la vista porque te sientes observado, y saltas mis ojos de cabello canoso, y buscas el insólito peinado del chico de la penúltima mesa, el que te daría la juventud que se te ha escapado. Le miras y no descubres su adiós anticipado, su no estoy, su voltear de cabeza. Insistes en su pecho abierto, en sus fuertes brazos depilados, y en su risa que ha quedado suspendida y se convierte en mueca de burla. Tú le miras porque le necesitas. Yo te observo porque sigo tu camino.

Puede que al pasar unos años el de la penúltima mesa haga tu recorrido por este pueblo que atrapa las ilusiones y la libertad, y entonces ya sus piernas no serán tan rectas y puede que su pecho empiece a cerrarse de ganas. Creo que tú no estarás para verle, lo siento, y quizás yo aún pase alguna tarde sentado en esta especie de trono del Roy que llegan a ser sus poco cómodas sillas. Te prometo recordarle a pesar de que no he visto su rostro. Podrá ser cualquier otro, uno de los miles que se repiten clónicamente en su irreverente juventud. Acomodaré mis gafas una vez más y descubriré sus piernas curvas, sus brazos velludos, sus nalgas flácidas embutidas en un multicolor minishort y su pelo rapado por la ausencia. Entonces alguien reparará en él como en algo pasado de época, él pensará que es una nueva conquista e insistirá en encontrar su mirada.

Una discreta carcajada cortará mi respiración y echaré a andar calle arriba, arrastrando mis piernas y mi vida, y tu recuerdo. Uno tras otro, vamos cayendo.

Sitges, 30 de agosto 2012