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miércoles, diciembre 14, 2016

Prisas VS Calma

En los tiempos que corren, con tanta prisa por hacerlo todo, incluso vivir, nos cuesta aceptar que el aprendizaje que supuestamente tuvimos nada tiene que ver con la VIDA. No puede ser que la vida en su origen (fuese el que fuese) estuviese concebida como la experimentamos hoy día, una incesante carrera por llegar, por conseguir, por tener, por gastar, por sentir, por amar.
Dormimos con prisas para tener que levantarnos y salir con prisas a trabajar, a pasear, a comprar. No hacemos esto o lo otro porque estamos cansados de tanto correr, y de tanto pensar que debemos correr más, o porque se ha hecho tarde y hay que madrugar. La prisa obliga. La prisa nos mata, y no lentamente. Nos mata también con prisas. Es evidente que este exceso de ganas por llegar lleva implícita una gran dosis de inconformidad, de recelos, de ansias, y aún más, de falsa responsabilidad. La peor aliada de la prisa.
Todo ha de ser perfecto. Tenemos que llegar a tiempo, los primeros. Tenemos que cumplir con todo y en el tiempo preciso, como si el dentro de un rato, o luego, o después, o mañana, no existiese. La vida se nos ha enfermado, padece de prisas, incluso extirpa palabras como calma, sosiego, paz, serenidad, descanso, quietud… y qué decir de la palabra tregua, que hasta cuesta trabajo oír que alguien la pronuncie. Supongo que algunos piensan que es castellano antiguo. Y eso, una tregua, es lo que necesitamos cada uno de nosotros, detenernos, detenernos… y ver desde la distancia cómo transcurre la vida para el resto de la gente, pero eso sí, sin asombro, porque estaremos viéndonos en un mismo espejo.
En realidad me gustaría ser una excepción en todo esto de las prisas y las treguas. Me gustaría ser de los que dejan para mañana –responsablemente- lo que podríamos hacer hoy. Dejarlo para otro momento porque siempre habrá tiempo para ejecutarlo, y porque quizás con un poco de calma lo haríamos mejor.
Echar la culpa a la sociedad no está nada mal, pero ¿quién hace, da forma y constituye la sociedad? Sin darnos cuenta nos hemos convertido en el virus socialmente inútil que inocula prisas a la vida, en la mano que oculta las piedras donde poder sentarnos de vez en vez, en el ausente susurro del silencio…
A veces pasas tan rápido que no alcanzo a percibir tu olor. Me has mirado con tal prisa que no sé de qué color son tus ojos. A veces llegas tan rápido que te pierdes la mitad del camino.


Barcelona, 18 de abril de 2016

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