Históricamente existe la idea de
que un mecenas (cuando de una persona se trata, y no una institución) es
alguien que ha acumulado ya cierta experiencia, y que obviamente cuenta con un
respaldo monetario que le permite ejercer dicho mecenazgo. También es habitual considerar que el mecenas cuente con una edad
aparejada con su experiencia, mientras que el agraciado(a) que recibe el apoyo
y financiación es un relevante y destacado(a) joven profesional sin recursos
económicos del arte o las letras. Como el tema que nos ocupa es la relación
entre Eusebi Güell y Antoni Gaudí, dejaremos la aburrida aclaración de (a).
Empresario y arquitecto, con tan
solo 6 años de diferencia de edad, establecen su relación de mecenazgo que
comienza en 1878, año que Güell visita la Exposición Universal de París y
descubre la obra de Gaudí, plasmada en una vitrina que servía de expositor para
el producto de una firma catalana. Eusebi Güell, acaudalado empresario e
inquieto inversor de 32 años, queda prendado de la obra del joven arquitecto de
26.
A pesar de su prolífero
matrimonio con la hija mayor de los Comillas, María Luisa, con la que tuvo 10
hijos, cabe resaltar su intensa y compleja relación con el arquitecto, joven embebido
por su creación y devoción religiosa, y que de manera contraria al empresario,
no tuvo descendencia y del que se desconocen sus posibles relaciones íntimas,
ni están referenciadas por ningún articulista ni biógrafo de la época. Gaudí
fue rechazado por la única mujer por la que se sintió atraído (según
referencias oficiales de la época) y constituye toda una contradicción por su
utópica juventud de gustos de gourmet, aspecto de “dandi” y refinados gustos
por la ópera y el teatro, y su adultez marcada por sentimientos religiosos y dedicado
única y públicamente a su trabajo como arquitecto. La ausencia de escritos
personales crea un cerco más estrecho a la hora de conocer al Gaudí hombre,
pues sólo se cuentan con algunas cartas y textos técnicos descriptivos, y un
diario de estudiante (1873-1878).
Se me antoja como algo curioso
que en las referencias bibliográficas sobre ambos personajes quede implícita
una mayor importancia y repercusión de Gaudí en la vida de Güell, que de Eusebi
en la vida de Antoni. A pesar de que la carrera del arquitecto se ve favorecida
e impulsada al éxito con el mecenazgo del empresario, siempre se respira la
fascinación de Güell por el arquitecto, resaltada desde diferentes puntos de
vista, mientras que de manera contraria la relación se ofrece de forma más
reposada y natural, como si de algo casual se tratase.
Hablar en la actualidad de una
posible relación homosexual entre Güell y Gaudí haría que la crítica y opinión
general se nos echara encima, pero es necesario tener en cuenta que hablamos de
finales del siglo XVIII en una sociedad constructivistamente conservadora. Derrumbar
los valores modernistas catalanes representados por ambos hombres, dando cabida
a una posible relación homosexual entre ellos (que no necesariamente ha de
estar marcada por lo carnal) sería el verdadero escándalo, que en ningún caso
lo constituiría el hecho de que se sintiesen atraídos por algo más que el genio
del artista y las posibilidades del mecenas.
Como suele ocurrir, el silencio
deja espacio a la imaginación en un binomio de perfección nada criticable, pero
que en mi caso, me niego una vez más a que se reconozca la genialidad del
creador y no exista un espacio en su maravillosa arquitectura para algo más de
un desamor.
Barcelona, 15 de mayo de 2015
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