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miércoles, diciembre 14, 2016

El hombre de un único desamor o La arquitectura admirada


Históricamente existe la idea de que un mecenas (cuando de una persona se trata, y no una institución) es alguien que ha acumulado ya cierta experiencia, y que obviamente cuenta con un respaldo monetario que le permite ejercer dicho mecenazgo. También es habitual  considerar que el mecenas cuente con una edad aparejada con su experiencia, mientras que el agraciado(a) que recibe el apoyo y financiación es un relevante y destacado(a) joven profesional sin recursos económicos del arte o las letras. Como el tema que nos ocupa es la relación entre Eusebi Güell y Antoni Gaudí, dejaremos la aburrida aclaración de (a).
Empresario y arquitecto, con tan solo 6 años de diferencia de edad, establecen su relación de mecenazgo que comienza en 1878, año que Güell visita la Exposición Universal de París y descubre la obra de Gaudí, plasmada en una vitrina que servía de expositor para el producto de una firma catalana. Eusebi Güell, acaudalado empresario e inquieto inversor de 32 años, queda prendado de la obra del joven arquitecto de 26.
A pesar de su prolífero matrimonio con la hija mayor de los Comillas, María Luisa, con la que tuvo 10 hijos, cabe resaltar su intensa y compleja relación con el arquitecto, joven embebido por su creación y devoción religiosa, y que de manera contraria al empresario, no tuvo descendencia y del que se desconocen sus posibles relaciones íntimas, ni están referenciadas por ningún articulista ni biógrafo de la época. Gaudí fue rechazado por la única mujer por la que se sintió atraído (según referencias oficiales de la época) y constituye toda una contradicción por su utópica juventud de gustos de gourmet, aspecto de “dandi” y refinados gustos por la ópera y el teatro, y su adultez marcada por sentimientos religiosos y dedicado única y públicamente a su trabajo como arquitecto. La ausencia de escritos personales crea un cerco más estrecho a la hora de conocer al Gaudí hombre, pues sólo se cuentan con algunas cartas y textos técnicos descriptivos, y un diario de estudiante (1873-1878).
Se me antoja como algo curioso que en las referencias bibliográficas sobre ambos personajes quede implícita una mayor importancia y repercusión de Gaudí en la vida de Güell, que de Eusebi en la vida de Antoni. A pesar de que la carrera del arquitecto se ve favorecida e impulsada al éxito con el mecenazgo del empresario, siempre se respira la fascinación de Güell por el arquitecto, resaltada desde diferentes puntos de vista, mientras que de manera contraria la relación se ofrece de forma más reposada y natural, como si de algo casual se tratase.
Hablar en la actualidad de una posible relación homosexual entre Güell y Gaudí haría que la crítica y opinión general se nos echara encima, pero es necesario tener en cuenta que hablamos de finales del siglo XVIII en una sociedad constructivistamente conservadora. Derrumbar los valores modernistas catalanes representados por ambos hombres, dando cabida a una posible relación homosexual entre ellos (que no necesariamente ha de estar marcada por lo carnal) sería el verdadero escándalo, que en ningún caso lo constituiría el hecho de que se sintiesen atraídos por algo más que el genio del artista y las posibilidades del mecenas.
Como suele ocurrir, el silencio deja espacio a la imaginación en un binomio de perfección nada criticable, pero que en mi caso, me niego una vez más a que se reconozca la genialidad del creador y no exista un espacio en su maravillosa arquitectura para algo más de un desamor.


Barcelona, 15 de mayo de 2015

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